Es nuestro
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Francisca Cavada - Ríos
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Me senté a tu lado y te tomé la mano, me miraste y sonreíste. No me había dado cuenta pero mientras apretabas mi mano con fuerza, me estabas intentando acercar para darme un beso.
Encuéstate el cerebro
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Francisca Cavada - Ríos
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Pasan su tiempo fabricando realidad, basándose en encuestas güevonas, y botando su dinero para ensuciar el planeta.
Pasan su tiempo escribiendo discursos, de esos que se supone que deberían sonar bonito, criticando al de el lado.
Pasan su tiempo analizándonos, descubriendo las mejores formas de llegar a nosotros, envenenándonos.
Pasan la vida predicando sobre el bienestar social, pero qué saben.
Pasan la vida demostrándonos las verdades del universo ¿realmente lo cree?
Usted cree en todo eso, y también en las teorías que una manga de huevones que no conoce dice que son ciertas, y que ni siquiera puede comprobar porque no lo entiende.
Usted cree en todo eso y en una serie de de hueva’s que al final no tienen mucha importancia.
Usted cree en todo eso y no cree en si mismo. Si cree que existe, puede creer en usted, pero si se le olvido cómo, mejor vaya a hacerse unos huevos revueltos.
DO IT
Las tres formas de hacer huevos revueltos
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Francisca Cavada - Ríos
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Comenzó a sonar esa vieja canción, de las que te transportan care’raja al pasado. Fue un error, era justamente lo que él intentaba evitar.
Lo despertó la suave guitarra, y así, despacio, siguió sonando hasta que los reflejos le funcionaron y apagó la vieja radio.
Se acomodo lentamente en la cama y se tapo con la sabana hasta el último pelo que tenía en la cabeza. Apretó sus ojos fuertemente e intento borrar el pasado, pero no funcionó, ya era hora de levantarse y quitarse ese horrible sabor de la boca.
Metió sus pies al mar y se giró para verlo reír, pero no alcanzó a ver nada porque despertó. Entonces comenzó esa sensación maricona, esa güevá que se siente cuando él te dice que todo terminó. Parecía tan real, que para asegurarse de que sólo fuera un sueño, estiro su brazo para encontrarlo, pero parece que no era suficiente. Abrió sus ojos y a su lado no había nada.
Despertó cuando el vomito comenzó a ahogarlo, así que se dio vuelta y lo botó en uno de esos bol de cocina que alguien había dejado en el suelo. Cuando terminó vio que ya había amanecido, así que se metió a la ducha e intento revivir, pero se calló. Dicen que dormir bajo el agua hace bien para la celulitis. ¡Despierta! Baja a la cocina, el tiempo sigue corriendo.
Te estoy esperando
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Francisca Cavada - Ríos
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No te diste cuenta. Saliste y corriste hasta aquí. Me buscabas desesperada. Te sentaste y comenzaste a hablar de tal manera que por suerte entendí la mitad de tus palabras, pero llorabas mucho, así que supuse que estabas triste por algo. Logre sentirme conectada a tu tristeza, pero empezaste a reír con tanta fuerza, que el mundo comenzó a volverse primaveral y compasivo, y lo notaste, por eso desapareciste.
No paso mucho tiempo para que volvieras llorando otra vez: aquí estoy, sin entender nada. Sería más fácil si no tuvieras que buscarme.
Alo, realidad? #2
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Francisca Cavada - Ríos
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Mientras mi cabeza está de vacaciones, tu te escondes entre razones que no encuentran sentido en nada, ni nadie. Entonces te preguntas que es lo qué pasa con tus manos cuando las acercas a las mías. Y aquí estás otra vez, intentando descifrar que significa mi mirada sobre la tuya.
Vuelves a esconderte, pero está vez te puedo encontrar entre secretos mal guardados y tentaciones poco controlables. Y ahora yo comienzo a cuestionarme, y giro entre excusas con poca capacidad de almacenamiento.
Nos damos la espalda y creemos haber olvidado la curiosidad de saber que sabor tiene un beso cuando se olvidan las dudas. Pero nos creemos invencibles, y nos convencemos de la claridad y firmeza de nuestras decisiones, las que, al momento de recordar, se vuelven exageradamente frágiles.
Nos volvemos a cuestionar y, una vez más, nos encontramos mientras mi interior comienza a temblar con tanta fuerza, que mi imaginación se vuelve más capaz de dibujarte sobre la realidad.
No tiene sentido
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Francisca Cavada - Ríos
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Comienzas, llegas, te vas sin sorpresa.
Vuelves entre dudas, arrancas entre ideas.
Te caes de vuelta, sonríes, me escuchas, no juegas, te vas.
Te creo y vuelves. Te vas, dudas y arrancas, decides estar.
Me miras, yo corro, conectas, tiemblo, tú temes en la oscuridad.
Me caigo, no sano, vuelvo a volar.
Te encuentro, tú escapas, me quieres matar.
Caminas, no piensas, vuelves tenaz.
Lo veo, no corro, no piensas más.
Me escapo, te entiendo, no quiero estar.
No hay sintonía si no puedes volar.
(Imagen por Pancha Cavada)
No creo, en nada
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Francisca Cavada - Ríos
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Mira a su derecha y dice: No creo. Entonces esa sensación que se ubica entre el desierto y la montaña, comienza a caer por sus rodillas. Parece que las cosquillas no eran suficientes para que entendiera que existe una película que se proyecta en sus parpados cerrados, de esas que cuando te das cuenta, ya no están, ni las recuerdas. Entonces, las manos tiemblan, el corazón comienza a bailar con un ritmo, de esos que crees sólo existen en la infancia. Los pies se deshinchan y la lengua se alarga. Pensó que todo era un sueño, pero vio como sus uñas rojas, se volvían blancas. “Un espejo”, grita. Y ahí está, como siempre, nada nuevo, ni en el codo. Con una actitud juguetona, hecha un vistazo de nuevo, y se encontró con la sorpresa de ver sus mejillas enrojecidas luego de que él tocara la puerta. No hay más acciones, se vuelve ridícula la idea de girar la manilla. Y ahí está desvaneciéndose en la mala redacción de sus pensamientos. No hubo rose, ni dialogo. Esas cosas no existen, no vale la pena ni pensarlo.
Olvídalo, sólo espera la botella con el mensaje: DO i t.
(Imagen por Pancha Cavada)
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