Lo que usted no se atrevió a preguntar o mejor dicho cataplum.

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Me dice que la rabia lo recorría, cada minuto, más rápido. También cuenta que jamás lo planeó, ni mucho menos que lo hizo por gusto. A veces repite palabras de dolor, de ira; a veces se sienten sus golpes en la pared acompañados del llanto inconsolable.
Cuándo era un chico de doce años jugaba todos los días a la pelota, y si llovía, aprovechaba de dominarla a un costado de la estufa.
¿Qué quieres ser cuando grande? Le preguntó Rodrigo por segunda vez.
Sus labios congelados comenzaron a dar signos de vida, su dedo índice tiritaba de forma extraña, sus ojos comenzaron a moverse de un lado a otro, y su lengua se movió para decir que nunca lo volvería a hacer.
Algunas mañanas, cuando el sol visita su ventana, busca sus pinceles y pinta algo nuevo en la pared derecha de la habitación. Hay gente que dice que esas obras podrían valer millones, otros que es un genio, y unos pocos dicen que está loco.
Yo no sé que le ven de malo al estar “loco”, para mi gusto me parece bastante interesante e incluso podría decir que me gustaría tomar su lugar por un día. Natalia dice que mis pensamientos son totalmente erróneos, que debería pensarlo nuevamente, pero imagínate como ven el mundo, claramente distinto a lo que vemos los otros. Quizás ven la realidad.
“¿Qué te gustaría comer?” Me comentó con sus ojos muy abiertos y una leve sonrisa amistosa en la cara. Antes que pudiera decir una palabra, se paro de la silla y caminó hacía el baño, cuando ya estaba ahí cerro la puerta y prendió el agua mientras gritaba frases in entendibles.
¡Nunca quise, ustedes saben eso!
“No me veo las manos Ignacio” comenté mientras mi cuerpo se desvanecía, sobre la banca del parque, al ritmo de Weird Fishes/Arpeggi.


(Imagen por Pancha Cavada)