Las tres formas de hacer huevos revueltos

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Comenzó a sonar esa vieja canción, de las que te transportan care’raja al pasado. Fue un error, era justamente lo que él intentaba evitar.
Lo despertó la suave guitarra, y así, despacio, siguió sonando hasta que los reflejos le funcionaron y apagó la vieja radio.
Se acomodo lentamente en la cama y se tapo con la sabana hasta el último pelo que tenía en la cabeza. Apretó sus ojos fuertemente e intento borrar el pasado, pero no funcionó, ya era hora de levantarse y quitarse ese horrible sabor de la boca.
Metió sus pies al mar y se giró para verlo reír, pero no alcanzó a ver nada porque despertó. Entonces comenzó esa sensación maricona, esa güevá que se siente cuando él te dice que todo terminó. Parecía tan real, que para asegurarse de que sólo fuera un sueño, estiro su brazo para encontrarlo, pero parece que no era suficiente. Abrió sus ojos y a su lado no había nada.
Despertó cuando el vomito comenzó a ahogarlo, así que se dio vuelta y lo botó en uno de esos bol de cocina que alguien había dejado en el suelo. Cuando terminó vio que ya había amanecido, así que se metió a la ducha e intento revivir, pero se calló. Dicen que dormir bajo el agua hace bien para la celulitis. ¡Despierta! Baja a la cocina, el tiempo sigue corriendo.

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