
Caminó hasta el punto de encuentro, eligió un extremo de esa banca y se sentó. Hasta ahí llegaba ese sol veraniego temible, ese que sin darte cuenta te quema muy fuerte, pero no era un problema aún.
Luego de unos cortos minutos, el apareció con uno de esos cigarros en su mano y música a elección. Cuando ya estaba bastante cerca como para ver su carita, ella miró sus ojos encantada, pareciera que nadie se había dado cuenta aún, pero que lindos ojos tiene este hombre.
Los primeros minutos fueron un poco difíciles, pero era cosa de tiempo. Resulta que luego de, más o menos, 7 minutos, ella terminó su fase de nerviosismo y pudo caminar a su lado. El cada vez que podía reiteraba lo linda que ella era, y ella, por supuesto, jugueteaba un poco con eso, le daba su “que se yo”.
Extraña relación tenía ella con los ojos de el, eran tan pequeños y la miraba tan profundo, que ya casi se ahogaba en el verde agua de sus ojos.
No se como llego hasta ahí, pero ella intentaba no llegar a tener una situación comprometedora, de esas que te obligan a explicar algunas cosas, ¿para qué?
Mientras el hablaba, ella intentaba predecir que venía después, esos nuevos ojos verdes la miraban con emoción y le decían que el no esperaba más de ella, si no que, era todo lo que el esperaba.
Lo que luego sucedió, en verdad no sucedió, esa es la verdad, ella siempre con su distancia, y el intentando ganar confianza.
- ¿Qué hora es?
Ya era la hora de marcharse, el le dijo “Chao” pensando que se volverían a ver. Ella simplemente se despidió.
- ¿Hablaremos luego, no?
- Por supuesto, fue un gusto verte, espero que se repita.
- Chao, chao, chao, chao (mientras caminaba alejándose de el)